Una calma como de tiempo detenido invade estos óleos que son, en realidad, pinturas de serenidad.
El color apacigua la inquietud sin exaltaciones de la materia. La pincelada es ancha y abierta, pero en ella se concentra la jugosidad del color que aparece expresarse en silencio. En tal serenidad estos paisajes hallan su verdadera fuerza y su auténtico sentido. El pintor ve la tierra y el mar como una sinfonía de luces transparentes y de sonoridades profundas, pero quedas. Se complace en el lado lúcido de la serenidad mediterránea y construye con texturas de luz un casi invisible mosaico de matices tales que nos recuerdan la realidad cuando no se siente alucinada.
Fernando GUTIÉRREZ
La Vanguardia
3 de maig 1980