1980: Sala Augusta.

Tornar a les Crítiques

Una calma como de tiempo detenido invade estos óleos que son, en realidad, pinturas de serenidad.

El color apacigua la inquietud sin exaltaciones de la materia. La pincelada es ancha y abierta, pero en ella se concentra la jugosidad del color que aparece expresarse en silencio. En tal serenidad estos paisajes hallan su verdadera fuerza y su auténtico sentido. El pintor ve la tierra y el mar como una sinfonía de luces transparentes y de sonoridades profundas, pero quedas. Se complace en el lado lúcido de la serenidad mediterránea y construye con texturas de luz un casi invisible mosaico de matices tales que nos recuerdan la realidad cuando no se siente alucinada.

Fernando GUTIÉRREZ
La Vanguardia

3 de maig 1980

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